agosto 06, 2006

Clave cinética (Iniciar Sesión)

I
Ahora vamos a escribir como antes, desde la comisura mordida en los dátiles o envueltos en los resabios maltratados de una mesa. Ella se fue. Empacó el sexo desde una plataforma cremada. Embaló esas regiones inhóspitas en las axilas, como un poro platinado oculto en el drenaje de una estación de bálsamos. Una despedida es la pretérita detención del tiempo, como el designio del cóctel por desaguar la garganta, hasta enmudecerla.

II
La boca está seca, seca la lengua. Traza la espalda en los pasillos, le da forma a la pose que asfixia. Podría volver a verla en los dedales quebrados, en las bisagras desviadas de las esquinas, en la placa radiográfica de un pecho flácido, en una lata aplastada de puré de tomates. Una vuelta más por el barrio, saludar a cada hombre encerrado en su garita, cruzar el puente y volver por la callecita innombrable.

III
Ella se fue. La mano va siempre al mismo lugar, igual... husmea los huecos amordazados, los ubica en un espacio clandestino y recorremos ese camino inusual que recorren las lombrices cuando dejan de arrastrase. La mano y su trayectoria forman una parábola clarividente. Se moja. El origen es del índice, el movimiento póstumo, del geométrico casco de uvas.

IV
El papel está calcado con la prudencia ocular de una noche, la última. La distinción cromática en los edificios altos. La distensión del ósculo, el roce muscular. Vamos rápido. No hay razones para despegarse. Una sortija en su cuello, la oscilación como el módulo moderno del cordero. Algo se precipita, ni las aspas colgadas del techo, ni el propio ventilador. Algo vive.

V
Por los marcos de una ventana sangra la vaquita de San Antonio que antes alambró su dermis, vienen los arrumacos envilecidos del pantano hasta consumirnos. Vienen los chicos retraídos del campo y militan en los vendajes proscriptos de las momias. Toda secreción de álamos está cubriendo de alguna manera la lacra, una ola enfurecida inunda. Vienen como plagas y se amontonan. Ella se fue.

Después vamos a escribir como antes, en la posibilidad, en la sed, en las cataduras de otras pezuñas adeptas a la cal de las paredes rayanas, o en la carne.

1 comentario:

1234567ycasillego dijo...

Ella se fue.
Mas tarde, me ire yo.
Claro, la llorare dos o tres minutos.
Para que? Para que sea un adios digno.
Digno de que? De su luz, me la dio durante un año, todas las noches.
Te amaba? no, no es eso.
Y entonces que es?
Que conmigo se sentía viva.

S.