agosto 19, 2006

El lapso del cosmético

En cada resquicio de catarata que sobra nos diluimos. En la hamaca somos la conciliación eruptiva del movimiento y el aire. Como un legado de Helmut Newton en la inaccesible prudencia de los gatos. Algo se cruza en la noche y no es el esqueleto suicida desde el décimo callando, afamado al cordón o a la vereda. La del noveno tiene lágrimas en los ojos, los cierra y los abre por sí acaso.
El frío de los balcones se desperdicia pero aún no coincide la térmica con la temperatura real del ambiente, todos los habitantes del octavo tienen piel de gallina. El agua, las goteras, un charco indemne, la vieja abre un abanico de opciones, el trapo de piso, lo escurre, la humedad, otra vez el agua. Las nenas se bañan en el séptimo, ahora saben que cada parte de su cuerpo colapsa. Alguien las está observando desde otro séptimo. Un collage de espuma sobre las espaldas, que una toque a la otra dilapida el solipsismo, un daguerrotipo que une todos los séptimos, los confluye. La misma mirada, su curso. Esta fijación de puntos estratégicos merece dormirse ahí, detrás de los silentes.
El sexto huele mal. La torta quemada, el horno abierto. Comerán las estridencias de los espejos rotos. Las astillas se incrustan en la masa y la crema en la manga se desparrama como revocando las paredes inútiles y endebles del cumpleaños, siguen estallando los espejos aunque ya nada se desperdiga. La cisura nos proporciona más axiomas. Hay animales encerrados en la jaula del quinto, las jaulas de la jaula... se recrea la porción de atmósfera parida por los jilgueros, cierto trinar vaticina el ozono del plumaje como algo contaminante para las tortugas, que aún caminan desgarrando la lucidez del cerámico, hubiese querido detenerme en el cuarto.
Sudando el maquillaje, la fricción de los enanos coarta la oscilación. Otra foto con los globos. ¿Cuánto faltará para que me diga algo? ¿Cuánto para que se limpien los eslabones de chocolate sobre su labio? ¿Desde donde vienen los basureros cuando no hay basura? ¿Desde donde la basura cuando lo que se concede es el deseo? O no. El sastre toca la puerta del tercero, nadie atiende. Una costura desecha, el filamento acondicionado al prototipo de un nuevo cítrico. Trabajar con las telas agresivas, sus arrugas. Podría subir pero cada peldaño requiere de un riesgo exprimido, tal vez no pueda verla desde arriba. El tobillo se desprende del miembro hasta inflar la gabardina, la misma forma del cuerpo, el mismo cuerpo en la forma.
Algo suena desde el segundo, la música de los sonajeros. Un gemido gestual o el llanto postrado. La escalera sigue su origen. Lo busca. El decurso foráneo del andamiaje cabe inusitado en los descansos. Alguien colgó las guirnaldas necesarias para que este periplo parezca festivo. Pero los acordeones no generan la misma acumulación de inercias que la ingravidez de la boca ausente. Se avizora el primero. El deslumbramiento de las lámparas, hay un incendio en la cocina, no hay velas. No hay rejas abocadas a la escénica tarea de recluirnos. Alguien sube.
En cada abundancia de inanición que falta, resurge la combinación de todos los elementos prohibidos en el simposio del barco. Ahí está la orilla y su límite roedor, abriendo otra vez los ojos para que el vacío sea sólo parte de la trampa.
Ahora estoy en el subsuelo y ella baila sobre la mesa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brindo por la conciliación eruptiva
del aire y el agua. Saludos.

virginiavalle.blogspot.com dijo...

Hola Fabricio,

Muchisimas gracias por visitar mi blog,te deseo lo mejor y q todo tus proyectos se hagan realidad!!

menta producciones dijo...

Ahora también brindo yo Lorena querida y de la conciliación podrán venir otros elementos antárticos hasta el calor de otras protuberancias...
Virgi muchas gracias y lo mejor para vos también seguimos en contacto un abrazo