octubre 20, 2006

Bungee Jumping

“…Quienes eyacularon en la mañana en la tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara…”
Allen Ginsberg

Las cosas se suceden inexplicablemente, unas a otras. La sucesión es insensata, no el suceder. Pero la catatonia nos muerde la esfera dibujada sobre la espalda. Ella vuelve a anularme, los despojos arremeten contra una planta enredadera disponible, ella vuelve a mirar hacia esos lugares penitentes del ajuar, son pocas las posibilidades de no caer, caer y no derramarse.
Los pies aspados, la cabeza abajo arriba un puente, cierta presunción. Sólo la miro. La cabeza arriba abajo un puente, algo se arquea. El cuerpo resiste cada embate del aire como envolviéndolo. El vacío de un relato breve, sumergiese allí... cada intertexto merece una convulsión. Porque llegar es vaciarse. Dormir en las afueras de toda intemperie hasta desistir del suelo o su acercamiento, la intransigencia no encontró sustento en esta pieza.
Baila, baila en los monocordes aullidos de las estructuras y no entiende de distancias físicas. Como una turbina que nos recrea, la resina deforma y ahora es una cuerda precisa, en los tobillos. Se vuelve normal la altura, lo que pasa por sobre la ropa, una mano o la secreción del pómulo, se vuelve facial el continente cazuela por sí hay colágeno en los manteles.
Justo en el medio de sus piernas se gesta un cráter, donde no hay poesía ni anaqueles. Una nota más deja intacta la córnea. El precedente telúrico del auxiliar, somos los criados de un chiquero viejo donde surgen las mejores suciedades del recreo hasta infringir las leyes de los chanchos y convertirnos en plato. Cuando la mesa esté definitivamente servida, comeremos primero y presenciaremos el pretexto del cuchillo después.
¿Qué turbulencia aerodinámica efectúa el quiebre en la médula?
Se avecinan los cromosomas del viento y un vestigio funk condiciona toda tormenta calma, de truenos sordos que descuentan gotas en las libretas de anotaciones, del diluvio fiado. Antes de haberse tirado pensó en tirarse. Un pasajero inerme, el imán de todo núcleo. Los oídos apunados y los ojos bien abiertos. Pasan gansos, locomotoras y máquinas de registrar clones. Pasan los vegetales de la extirpación, los acuarios y las perchas del tinglado.
Se van desmarcando los roces. Lo que puede trocarse, lo que no. Lo que se toca, lo que no. Un espejismo en la piel. El descenso es inminente, la velocidad aumenta, el ascenso es directamente proporcional al impacto. Un alguacil ha sido electo, empapados los bordes del puente. Ya nadie pasa. Se pesa el cuerpo, aunque es el aparente aire y su oxígeno incorpóreo quienes nos envuelven esta vez.
¿Qué peripecia frecuenta las noches de los anestesiados?
El ocelote observa el sentido de nuestros movimientos, el acceso inmemorial de la tanza. Si pudiésemos atravesar lo que no se ve. Esta mañana, un epitafio, el sexo de los beligerantes. Si tuviésemos clavos en los pies para mitificar la dosis necesaria de mesura, mientras seguimos colgados.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cuanta explosion de membranas, cuanto viaje asexuado revisitado por la gloriosa ELO, pilar psicofunkero por excelencia.
Es cierto, caemos de los puentes o ellos caen por nosotros, pero sabemos darle la espalda al alguacil y solventarnos la dosis necesaria de de epitafios certeros.
Un abrazo alcanzará para agradecer tus palabras?
por las dudas lo inento desde la distancia.
Excelentes letras, como siempre!

Anónimo dijo...

El árbol va desfoliándose, suavemente, con tardíos aires de bailarín encapuchado, con su romántica naturaleza estremecedora, y hasta la punta de sus ramas la caricia del ojo del viento hace espuma dulcísima, mientras el jugo va corriendo por dentro, hasta quedar completamente desnudo.

Fabri, es preciosa tu escritura, me lleva por todo tipo de naturalezas, cada día mejor!
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Debes en cuando hay que dar vuelta el colchón por que se hunde...Pipu