octubre 23, 2006

Doble circulación

La nena que nunca vio una planta, se cruza de piernas y respira del mismo oxígeno de la planta que yo vi. No encuentra formas posibles de arraigarse al humus. La invasión de la clorofila en los acrílicos antecede al caos vegetal. Ahora ella cambia de posición las piernas y no respira.
Como sabuesos llegan los olores a olernos. Las Gerberas terminales se envuelven en la última dosis de insulina sin halito, el color marfil que las molesta, sin responder ante los ritos benévolos del ramo. Seguimos siendo olidos. Se quita todo lo que tiene puesto y asume cierta fragancia de lobby.
Corta las hojas que están de más, no puede colocarlas en los frasquitos pintados con témpera, no puede pisarlas. Podar es como volver a casa despierto y darse cuenta que algo visible coarta la entrada, las puertas invisibles, es dormirse en la intemperie. Volver y que no haya puertas. A la hora señalada todo crecerá otra vez.
La nena que nunca vio una planta camina por los jardines descalza y muda. Hay ortigas en sus tobillos, la cartulina dibuja las formas de otro cruce. Un cortejo por ósmosis nos simula una oración perfecta, la que venera y condona el pasto que quedó sobre la espalda desparramado.
¿Cuántos rastrojos llegarán mañana a comer lo que dejamos?
¿Qué otra cosa hacer con los pulmones infectados de savia y estupor?
¿Cómo ver?
Los sapos balseros infringieron el camino de órganos y oréganos. Una expresión que pueda redimir la sutura. Ella se cruza de vereda. Así como respiran los verbos atemporales sorbemos del último indicio de malvón. El conato de una postal que no traduce la cueva malva de las hormigas. Postergar el paisaje. Ahora ella pide a gritos que devuelvan la calle.
La nena que nunca vio una planta blanquea cada vena del tallo, indica con líneas la doble circulación. Consume la sangre de los rehenes disueltos en corolas. Ubica delfines azules en las azoteas para que nada ni nadie quede a contramano. Relega el helecho deshecho hasta un paria circunspecto que admite nuestra periferia porque suele perderse en ella.
Cuando vuelvan las trenzas y se supediten al vendaje, no reverdecerá la crónica bucólica. La flor silvestre posada en la nuca tiene al menos un mérito. Recubre el dolor de vientre en el movimiento. Hubiésemos parido una sanguijuela más y que se prendan de las lámparas solares hasta calcinarse. Ya nos está aburriendo tanto néctar.
Me dijo si podríamos revolcarnos entre la maleza mientras pasen los jardineros con rastrillos y palas, me dijo que había un sismo entre sus manos y que esos círculos del púlpito tienen otra geometría, como si nada terminase o fuésemos a reubicarnos en la recta más corta. Me dijo despacio, despacio que los tomates vendrán después del invierno a sacudir la lengua. La pulpa de culpa y andamos. Recolectando frutos del mismo pecho inflado, por si alguien exige alguna demostración de pudor. Me dijo que hay sesgos de almendra entre molar y molar.
La nena que nunca vio una planta quiere germinar estas habitaciones con besos y costillas de fantasmas. Seguimos bailando hasta mañana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno! Muy Pizarnik... adorable.

Abrazos!

Anónimo dijo...

Felicitaciones, la niña baila y canta con nosotros!

Marquinho dijo...

Qué texto Simeonatti!!!

Anónimo dijo...

Que el amor se la lleve al fondo, que le pinte la boca, que le suba los senos, que le estire las piernas, que salga a correr de la manera que abarque al aire.
Cuando necesitó ahogarse salpicó la cama y escribió “vivir sin ti es dormir en la estación...PIPU