noviembre 28, 2006

Mudanza

a Fede

Una mujer vacía es como una casa llena.
Lo que sobra y falta es parte del cimiento o piel. El rastro del trasto, un pezón desistido. La histeria de las paredes ausentando la rugosidad del empapelado. Habíamos cambiado los muebles, los omóplatos rotos a la deriva. Las vísceras en formol. Una puerta de huesos da a otro patio. Se muda el cuero, la sangre del cuarto de invierno. La luz no entra. Vamos a restaurar las aureolas de los pechos, el desuso de la madera terciada. Las sombras medias de las pestañas, la media sombra que somete al níspero. Y no hay nombres, sólo vacuidad doméstica y plenitud femenina.
Algo huele a clepsidra. Como el tiempo que la humedad les otorga a las figuras. El vértice póstumo. El sexo abierto aspirando gente. Esta rebelión de marcos nos deja fuera de foco. Ella presume que los orificios pueden taparse con apariencias. Esos agujeros en los escombros del piso o la insistencia del tendón entre los dedos.
El inodoro aún sabe a presagio. Sus muslos revocados y el mar de la cañería en la esfera de las vértebras. La ignominia del hall en el cuello sin nuez o la espalda desubicada, la de otro contexto-pretexto. Lo que seduce de los caminitos ajenos infectados con hojas verdes, tierra desperdigada por las hormigas y lo que quedó de un hombre jamás pronunciado.
Los escorpiones recorren la membrana como plagas, la inundan de veneno y recubren todo el techo que nunca vimos. La salida de emergencia que da a sus ojos. Suena una castañuela en la última pieza del rompecabezas, el cuarto menguante. Para los labradores, los restos de omelet podrían ser parte de un paisaje canino, para los ceniceros, los restos del paisaje, parte de un censo de cigarrillos afectados.
Las veces que las sandalias se desparraman en los pies del acero inoxidable arcaico para simular vitrinas y llueve, como la noche que durmió en el living hasta que la despertó Robert Smith desde el baño inundado por los azulejos muertos de cal y el mestizaje sanitario de las rejillas.
La marca del tatuaje en la esquina dorsal, la espina del zócalo. Parece ensuciarse con piletas o maquillajes desteñidos. La exactitud asume los riesgos del ropero y los cajones que no habitan la extinción endémica de los malvones. Llegar al sótano es como restaurar la epidermis, ella sube las escaleras sin rozar la baranda, esparce todas las llaves en el alerón de un jardín de fotos. Ahí se esconden las infinitudes del acuario en la tabla de planchar. Un jean tendido en la soga junto al cuello. Se anula la entrada, muta el aire y el eco sacrílego de un merengue depende de un coladero, tanto como las ranas, del incienso evaporado en la chimenea por sí no hay prudencia lingual. La leña tampoco soportó el invierno sin la bufanda que creció en las manos de la nona.
Dormir siempre fue una excusa. El vínculo con la escena se mantiene intacto, la secuencia, activa. Un escenario circular no deja de ser otro escenario. El mismo teatro. Ella salió antes del desayuno.
Una mujer llena es como una casa vacía.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo... Una postal de la mudanza de nuestro querido Caravana Tinivella, aplicable para muchos casos análogos. Abrazos intersticiales.

Anónimo dijo...

que decir al respecto...
las metáforas te cayeron como tinta en el tintero, genial, hay tanta verdad y humor en este post que me quedo leyendo y releyendo un buen rato.
abrazos!
este lugar es genial!!!!!!!!
sabarasasa (ahhhhh no, así se saluda en Raido Simeoni, acá somos mas "serios" je)

Anónimo dijo...

Buenísimo Fabri!
Los cambios bruscos ofrecen una buena coartada, y los que no siempre nos dejan un buen espacio para remodelar.
Un abrazote!

Guillermo Gnomo dijo...

Gracias Persio y Artemis, por sus comentarios. Un abrazo transatlántico e intersticial para los dos.

Anónimo dijo...

escucheme don fabri, donde esta mi simeoni!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1
lo estoy extrañando eu!!!
saludos!
sabarasasa!

Guillermo Gnomo dijo...

Gracias... volví al ruedo...abrazos