noviembre 23, 2006

Renos

¿Hay refugio entre los mosaicos? ¿Saben las muecas plagiar la definición del rostro en el rastro? ¿Qué parcela de atmósfera nos tocará después de todos los rayos incrustados en la planta de los pies?
Las piedras nos cauterizan, el primer peaje presupone alguna orientación en este desvincular de direcciones. Un transeúnte moviéndose en la banquina y el cartel que nunca vimos, niegan que haya monos entre los tulipanes.
El orden climático parece no coincidir con el servicio metereológico. Alguien nos vende un queso casero y no veo la línea sobre el ripio. Cuando sepamos de los meandros en los filtros habrán quedado inmóviles los muñecos. El arte de proteger el cuerpo ante los impluvios. Arremeten las vísceras contra las chapas, una vuelta sobre el origen. Otra era. Era la inclemencia del tiempo desde atrás hacia atrás.
Caen autos sobre las nubes, vidrios sobre las gotas abusivas del asiento reclinado de la cabina. Los alguaciles también podrían tener sexo en las terrazas sin alambres. El freno es pélvico, la disipación, paleolítica.
Las casas son de todos los recreos que pasamos dormidos en las tardes de jardines sucios. Ya nos vamos. Esto no tiene sumisión.
Y el viaje tuvo algo de epílogo. Ahora la veo recostada en la cama de su abuela esperando la lluvia, la que vino a ver, la que temió sentir. Es como una sombra en una sábana manchada por el acto anterior a sus plegamientos. Las puertas tienen trabas y si alguien golpea no podremos escuchar, el mismo conductor de siempre en la misma radio de siempre por casualidad o negligencia cambió de tema. Bob Dylan formula el interrogante, ¿cuánto hay de tiempo en el destiempo, para que sucedan las horas como cadenas de inodoros, de supermercados, de ecosistemas? Los matorrales de esta habitación no suelen infiltrase.
El pulso atávico tiembla, hay ecos en todos los universos. Una catástrofe de morfina en el suero. Colapsa el sistema. Las coordenadas del dígito mesiánico dibujan la parábola de los ajedrecistas. Un caballo desliza su recorrido en M como desafiando cierta regla de dios. Hasta el enroque, nuestras piezas sabrán a despedida.
Se inunda el baño, las góndolas, las especies. Flotan las cortinas, la bañera, el bidet. Explotan los potes de yogurt descremado, las pilas recargables, los televisores japoneses sin ofertas estacionarías. Se hunden los ojos, las piernas, la nuca. El peligro de los remolinos, súbita colisión de domingos misceláneos.
Demasiadas campanas sonando en la catedral, demasiadas alarmas infrarrojas en los subtes, demasiados restos fósiles en la vitrina. El horóscopo indica la densidad, un augur adelanta la ponzoña. Hacerse añicos, amedrentar las afluencias y huir del pretérito cambio.
Estuve soñando con la chica del peaje.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bien, bien, que decir entre tanta visión modernofuturística que no hayas dicho.
todo caerá por su peso, todo transito es como el relato descranado de aquellas visiones del johana del amigo Dylan.
sabes que?
yo tambien me quede pensando en la chica del peaje, en eso ojos que hand e ver, cobrar y seleccionar al que pase o no.
una magia envuelve tu pluma que aún no me deja de asombrar.
abrazos hermano!

Anónimo dijo...

Excelente Fabri! la sensación que me queda es extraordinaria, tus palabras siempre dejan ganas de más en el corazón dando vueltas y haciendose añicos en el centro de la cabeza donde ya, a esa altura, vislumbrará un nuevo camino.

Sos genial!
Un abrazote bien fuerte!!!

Guillermo Gnomo dijo...

Mil gracias Persio y Artemis Sublime por sus palabras. Abrazos.