diciembre 21, 2006

Los Restos de Luz

Como un mandamiento omitido alguien vuelve a santificar las fiestas, entre los escombros de la pirotecnia. Se enluta un artificio. La mano se diluye en la costura como una prolongación de otro cuerpo, entran los dedos y se contagian de la cinética condonada por los artilugios de una cañita voladora incrustada en el barro acabado, después de su recorrido fallido.
Los hermanos vuelven a festejar. Es tarde en la casa y en los cajones de zapatos viejos. Cuando pasan las doce todo huele a pólvora. Un brindis de camuflaje y el claustro. Nadie escuchó gemir a las tortugas. Un corte sacro, hay sangre sobre la cortadora de césped. Una familia estrangulada y las pasas de uva dispuestas en el mantel. El cristal líquido ya tenía las marcas. Felicidades.
Caminaron de noche por la estridencia del atrio, las luces iluminaban sus sombras amontonadas. Cuando la tecla sea pulsada habrá suelta de globos en la cuadra. Llueve en Navidad. El planetario está abierto y los chicos quieren ver a Papá Noel en cuclillas, suplicando por los juguetes que nunca trajo. Cuando la abuela abrió la puerta había un eclipse.
Los corchos desparramados en el verde nos devuelven la inflamación, son las guirnaldas de otra noche las que postergan la imagen. Alguien se acerca con la ofrenda pero sudamos el maquillaje. Cada gota que cae sobre el cáliz se desliza imprudente como parte del cotillón hasta defenestrar el púlpito y bebemos, cierta deformidad en las mesas. Los restos de luz.
¿Qué detección de cuervos nos amordaza? ¿Quién soporta la nimiedad de las momias? Dionisio se desintegra y confluye un misal en la cornisa. Se cuelgan del vientre y el ventilador de techo aún gira. La confesión es sincera entre cardos, se revuelcan apestados por el olor a uva chinche y el galpón tintinea. Esta homilía perece sin darse cuenta, del refugio. Las últimas gotas se embuten en la lengua como manchas.
¿Qué sequedad infringe cada vaso? ¿Quién alberga este acceso en las manos? Fuimos lo que nadie pudo celebrar, esas arcadas de ignominias del vidrio. Vimos lo que nadie pudo desfigurar, esos rostros acólitos después del domingo.
Los paquetes son disfraces para el zigzagueo de las lombrices bajo el árbol lumínico. Lugares por donde pasan trenes descarrilados y algunos pájaros. Hombres y mujeres salen despedidos como pensando que habrá un premio mejor, hacia los desbordes del camino correcto. El más lejano.
El piano pronuncia una nota palidecida, suenan las copas, las sirenas, las balas, los rebotes de una pelota contra la pared revocada. Después de los pesebres, el exceso de las grietas en el yeso, vuelve a tomar la forma de los adoradores. Entre los pastos artificiales, se esconde la fragilidad.
En la casa vacía hay un perro muerto, las aceitunas aún se mantienen en el frasco. Las mismas cosas intactas, las de siempre. El hábito del bonete segrega todo defasaje. No nos vemos. Aunque el hombre de rodillas rústicas prefiera el viento y no las aspas, los hermanos bailarán hasta mañana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

seguirán los bailes entre hermanos, los fuegos fatuos del inconsciente navideño, la magia que no alcanzo a divisar, todo eso seguirá.
no comprenderemos nunca algunas actuaciones humanas, no las aceptaremos, pero tampoco las comabtiremos, seguiremos ahí, acá, allá; seguiremos... como siempre, seguiremos!
abrazos fabri, sos un grande!

Anónimo dijo...

lo mejor que he leído dedicado a estas fechas!
genio de mi corazón, miles de besos!!!

Guillermo Gnomo dijo...

tante grazie, Persio y Artemis. Suerte con los pasajes, me enteré por Marqui del problema. Espero verlos pronto por aquí y conocerlos. Un abrazo muy grande para los dos.

Anónimo dijo...

vos sabes tu final y ese si que va a ser poetico, vas a abrir la heladera y te va sa dar cuenta que toda tu vida te mintieron... vas a comerte todo lo que te haga subir el colesterol....y en menos de 15 minutos vas a explotar.....