enero 08, 2007

Anexos y diluvios

Hay un cíclope en San Telmo escapando del mito suave de una hoz y los andariveles desorientados de ciertas galerías que nos llevan al Tártaro. En los bodegones no hay tiempos.
El ojo que nunca vimos descansa sobre la carne mojada de una senda peatonal, la cal cernida sobre las mesas. La mirada fija, obsecuente de las manchas que dejan los papeles inútiles después de humedecer paredes. Lo que pasa parece estar detenido, lo que no pasa, muerto.
Esas circuncisiones del pedernal que mutilan los flecos del mantel y ella hoy viene a darme un beso, a mover los labios como el último movimiento del caballo detrás de un tablero después de un reloj de arena invertebrado y verdugón. El sacrificio trasciende todo límite posible entre una L invertida y los granitos que nunca se desprendieron. Así se desparraman las inocentes fichas por los bordes de cada cuadrícula y la leche de cabra no basta para alimentar tanto enroque.
El jaque es de la lengua.
La toma de posición descubre la forma. Quietud o castigo. Vuelven los mismos parroquianos y ocupan los mismos lugares. Consumen los tragos de ayer y vomitan. La partitura modular de la garganta nos asfixia en una línea desubicada, una nota vulnerable. Desde el plug infértil de estas tardes hasta los acordes mal ejecutados, sabremos ganglionar un pie electo. Lo único que puede estacionarse.
Las pistas de autos que usamos se han diluido en el minuto exacto de una patada y el desquicio de la sangre. Quizá nadie se acerque a los controles. Todo se descarrila alguna vez entre los árboles. Pero siguen las goteras y esos custodios del vidrio permanecen intactos.
Se instauran sus nombres.
Un paso proclive hacia las hendiduras, quiero más besos. Que se marquen en la piel como estigmas de peyotes secos. La abstinencia alucinada en la huelga de lenguas sueltas. La conveniencia del oasis. El slide show evacúa presencias engangrenadas por la fama de las alubias merodeando los cuadros. El dolor frecuente de las momias nunca dejó de ser su estática, aunque tiemblen las vendas. Ella está borracha, desprestigia la ubicuidad de los azulejos, del rústico borde del vaso y ríe sucumbida en la esfinge de otro amanecer, no duran las glándulas, no.
Se derriten los polos en las sienes como un alud de huesos inconexos. A veces dice basta, deja de lado las condiciones geográficas, piensa que no debe enredarse en la posesión del cuerpo, nos deja así... desvinculados. A veces quiere otra vuelta hasta morarse los labios, ofrece otra roedura en el cuello y sufre por la tabulación en las barras del esófago hasta que lo roce la inclemencia huérfana. El camino de regreso tiene algunos obstáculos y está oscuro en el centro. Vuelve la espuma al mar, no hay reflejos en estos rostros despejados.
Nos miran pasar a lo lejos, el satélite no reprodujo ninguna incisión. La esclavitud de un cavernícola, los artilugios de una heroína, lo que confluye en los silos sobre el verde congelado. Ella esconde el papel. La casualidad de oponerse a los objetos y volver desnudos a la vereda.
Hace frío en los rincones del pecho.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

hay una mitologia urbana que nos esconde de ese ojo que todo lo ve y absorbve. hay un viejo escriba que sabe frenan los absimos de nuestros pechos con sus plumas de mármol y humo.
estoy convencido de que ese viejo escriba sos vos.
un abrazo fabri!

LaLy dijo...

Hola,llego aquí por blogs de amigos en común...escribís increíble!!!
Tus letras quitan todo frío arrinconado en el pecho

Saludos desde Buenos Aires

Guillermo Gnomo dijo...

Gracias muchas amigos persio y Flores de alquiler por sus comentarios, abrazos intersticiales

Anónimo dijo...

“tus palabras no son claras,
sería mejor que escupieras el chicle”

Trini Reina dijo...

Hola, gracia spor tu visita y tus palabras en mi blog, aquí estoy dándome un paseo por las tuyas que me parecen muy interesante.

Saludos

Anónimo dijo...

Lo que escribe el gordo son todas sanatas......RaS

Anónimo dijo...

Se obscureció un cuarto de mezcla en dos vasos,
perdiendo la sensibilidad del otro árbol, que estar sentados frente a un mundo que puede vernos, tal vez los que vengan detrás mío den su cara y yo mi espalda,
como hago para hacer como si nada, por que algo me paso y no pude ni siquiera tenderlo en una soga y ponerle palitos de la ropa.

Iva-pipu