abril 19, 2009

Diafanidad de los yuyales

Cuando la vi por primera vez, no era como si la hubiese visto antes. El acto formaba parte de un solipsismo, algo único que irrepetible suponía cierta reciprocidad o al menos continuación. No es que el epígono estuviese encapsulado en su mirada o en la posibilidad de que me viese. Sino que estaba estipulado en la opción de volver a verla.
Se sacudía el pelo como ardiendo el aire que dejaba entrar en el espacio firme que había entre la raíz de todo lo que me pudo mostrar de su acuerdo cabelludo del cuero y el desarraigo de lo que ocultaba.
Esos cabellos pertenecían a la estirpe más sedosa del pez sin escamas, la prohibición del mar a su veneno inflamado, la respiración del mundo en cada pecado cometido por la trenza o un pecado ulterior que además de ser mortal acomete contra la venialidad. Esos peinados portales que nos devuelven la inhalación.
Pero no me miraba, sólo era una especie de ilusión óptica, mi intención porque lo hiciese. Yo quería ver que me viese. Aunque sólo yo lo hacía. Pensé que lo que se ve es mirado aunque lo que mira no necesariamente ve, ella era mirada pero no me veía. Volví a pestañar.
Y ya eran más los detalles visibles. Como el caño que sostenía su humanidad, tangible para los ojos pero insurrecto para el tacto verosímil de las manos. La irrealidad era lo que no veía, y no justamente porque no me lo mostrara.
La posición que alquilan sus piernas al moderado aniquilar del viento, la predestinaban a moverse un poco después del cruce, como encerrada en el mismo espacio del péndulo ausente, estaba en canasta. Como diciendo las mismas cosas que yo pero en el silencio del patio dispuesto a la congregación del cuerpo, el mismo cuerpo que veía sin mirar. Su cuerpo, no el mío. Su mirada, no la mía.
Me acerqué lo suficiente para apreciar como un instante podría ser otro instante, o el mismo pero ciego. La imaginaba correr despacio, suspendida en la gravedad de los yuyales vivos, danzando en la suspensión del suelo con un movimiento exhaustivo de muñecas, lo esférico y lo ingrávido del agua sin que alguien hubiera descubierto antes las peceras que no sea yo y su mirada.
Creo que no esperaba nada más. Juntaba los indicios necesarios para que algo se convierta en invisible y que hasta el momento no había visto, como si lo no visto fuese invisible en el mismo momento que uno no lo ve o después, los juntaba y me los mostraba sin querer mostrarlos porque en ese momento yo era invisible, como si lo invisible no fuese mostrable en el antecedente menos indicado de lo que existe o ahora. Ella no me mostraba.
Subió los tres escalones que separaban los dos pisos, el de arriba y el de abajo, el de mi mirada y el de la suya. Se acercó a todo lo que puede acercarse la boca. Buscó un abrigo detrás de la pared pintada con minerales de drupa. Encendió el filtro que hace burbujear el vidrio delante del vidrio y con las mismas manos que acaricio las piedras mustias, inauguró una estampa en la porcelana de un pocillo sin borra después de la adivinación en esta mímica ocular.
Sus ojos me habían adivinado.

10 comentarios:

* dijo...

hay todo un código de las miradas que sólo lo entienden dos que saben las maneras de leerse la piel.

inaugurás con una frase muy fuerte ("Cuando la vi por primera vez, no era como si la hubiese visto antes")...y lográs no caer.

un abrazo intersticial.

Anónimo dijo...

quiero volar en la diafanidad de tus yuyales.
beso diafano
luli

menta producciones dijo...

Verdadero placer que estés allí violeta inaugurando todos los espacios verdes muchas gracias por las palabras

menta producciones dijo...

Entonces volvemos volemos volemos Luli

MC dijo...

Una foto muy David Lynch para presentar un textoque me eriza la piel y me complica un poco la percepción de ahora en adelante para con el resto de la gente.

Te adoro Fabricio.

* dijo...

felicitaciones por la presentación! me contaron que estuvo muy linda. mil perdones por no estar ahí.

un abrazo inmenso.

charlotte dijo...

Es tremendamente hermoso ese instante que lográs, tus letras pueden bordar cualquier alma. Sos divino, un placer haberte conocido en la misma Luna, mis respeto a tus letras, ya te lo dije, un abrazo grande amigo con una sonrisa monumental, ja!

Anónimo dijo...

es como un gran beso!
qué placer leerte..

abrazos!

menta producciones dijo...

Muchas gracias chicos!!! abrazote!!

Patricia Torres dijo...

El roce de tus letras produce estrellitas que invaden el universo iluminándolo. Te quiero, genio!!!!
Patry