septiembre 17, 2012

Hay que saber bailar


"toda gran tormenta demuestra la pequeñez de nuestra existencia ante lo natural"
          Kung Lao

En el minuto de aguja desvaído como en la promoción de escaneado hicimos fingir el cuerpo de un movimiento que no sabíamos mesiánicamente si teníamos.

Decías sobre los vidrios, decía en la esponja orgánica, decías sobre el bidet, decía en las aletas del ventilador industrial, decías sobre el diván, decía en el baño químico. Decías del determinismo lacaniano como una marca de piel en la piel. No decía nada.

Unas vueltas cotidianas, las que salvan un recorrido, voy cayendo como una sustancia adicta a lo que se dice, se mezclan los colores en la acción de la pantera locuaz. El tablero de ajedrez espera la próxima reacción de la ficha vertical al rey que juega molecular, a concebir el jaque más anestésico del ojo.

Es amontonar las píldoras en la cabeza que resiste y concilia la idea de que en realidad no hay movimiento, sólo hay formas de moverse. Formas adecuadas al molde, adulteradas y adeudadas. Formas precisas, precámbricas y presagiadas. Formas insinuantes, inusitadas e insurrectas. Formas diabólicas, diametrales y diáfanas.

En la hora de aguja desnutrida como en la definición del fotograma deshicimos la conciencia de lo que está quieto infundado en el orden causal de lo que está.

De tiempo indefinido vive la estática, de estática definida muere el tiempo, alfabeto de reacciones térmicas, una mueca constante al sismo despierto. Perímetro de pausas espaciales, donde la tumba disociada lacra los grumos. Saltar sobre los grumos, esparcir el registro de nulidad concediéndole la licencia arbitraria al servicio meteorológico.

Hay baja presión en estas planicies de amor normal, un interdicto de paredes manchadas o paladares ilegibles. No conviene decir las veces que dijimos, no conviene decir los relámpagos. La carga es lo de menos, siempre y cuando sea uniforme el paso y la vuelta al mismo lugar, como antes del síntoma. No sé bien de dónde venía esa música confusa, pero la espiaba todo el tiempo y se definía entre la sangre y su cercana figura a lo que sistematizando el desvelo hectopascal, parece eléctrico.

1 comentario:

Javier F. Noya dijo...

Muy bello, muy certero en su consecuente desvanecimiento: se hace música la voz que recita, se va atrás de la electricidad, energía sin caja. Gran abrazo.